11 de marzo de 2015

Y de nuevo el Sur

Lo sé. Tengo el blog abandonado. Empecé a escribiros en Indonesia. Volví a intentarlo cuando salté a Malasia y más tarde al regresar a casa. Pero por una cosa o por otra, no he terminado de hacerlo. Pero hoy, que tengo un rato de ordenador, he pensado que es hora de intentarlo de nuevo. Y no, no os voy a contar, al menos de momento, sobre el coral o la fiesta en el templo de un pueblecito de pescadores en Bali, ni sobre las playas blancas con agua turquesa de las islas Gili. Me dejo en el tintero la semana en Kuala Lumpur y los diez días de meditaciòn en el medio de la nada antes de volver a casa. Nada que contar de lo intenso del regreso y del no parar, o la semana en Londres totalmente sin planear. Hoy os quiero contar que estoy de nuevo en el Sur, donde la gente siempre enamora, no importa el país ni el idioma. No importa el color de la piel. El humano se relaja, quizá por el sol, quizá porque está acostumbrado a vivir con menos. No sé. Pero es cierto que, aunque no lo sepan, viven mejor.

Llegué a Lecce un jueves por la noche, hace ya casi dos semanas y aquí sigo. Rodeada de gente increíble, que te invita a cenar a casa, te lleva a tomar una cerveza o a dar una vuelta a un pueblo cercano. Que te acompagna al teatro o te intenta entender cuando inventas una y otra vez un idioma que de primeras parece sencillo, pero que no  lo es tanto.

Gente que vive de manera sencilla, que aprecia la buena cocina, sabe la suerte de tener el pescado fresco cada día, el lujo del tomate de la huerta del papá o la cucina della mamma. Gente que lucha por llegar a fin de mes, que suegna con otra vida en otro lugar, con trabajar la tierra como antes. Que vive en pueblos con historias de invasiones turcas o espagnolas y que aglutina en su manera de ser, de comer y de hablar, todos los siglos de intercambio cultural forzoso. Gente que mira la mar, siempre rodeada de agua cristalina y azul turquesa donde los pescadores hablan en dialecto mientras desenrredan las redes sin prisa. Vignedos y olivos milenarios que se retuercen por la tramontana. Atardeceres carmín. Café. Buen café.

Me quedan algo más de dos semanas en este país, intentando estudiar su idioma y disfrutando del lugar, antes de regresar a casa. Parece que llevo una vida y acabo de llegar.

Espero que estéis disfrutando mucho, allá donde estéis, hagáis lo que hagáis.
Un abrazo a todos desde Italia.