15 de agosto de 2014

Lago Titicaca

El sol entra por el ventanal parcheado con cinta adhesiva. Abro los ojos. El cielo es bicolor. Una franja anaranjada separa el agua del cielo. La arena parece azúcar y por ella husmean mamá cerda y seis cerditos peludos. Me levanto y veo por la derecha un ternero que corre alocado colina abajo. Por un momento parece un perro y regresa hasta donde está su madre, que camina despacio. Pablo, el único vecino que hay a pie de playa, tardará un rato en aparecer. Noe y Ainhoa, burgalesa y bilbaína, charlan en el piso de arriba. Comienza el octavo día en la Isla del Sol, que nos ha atrapado sin remedio.