5 de abril de 2015

Al norte...

Todavía en el sur, me llega la propuesta de unirme a un par de días de caminata por el monte en el norte de Burgos. Aunque no sé si estaré cansada, digo que sí. Tengo ganas de monte y seguro que la compañía es especial. 

Viajamos en un día de primavera donde el sol nos acompaña por carreteras secundarias. Y nuestras mentes vuelven al Camino, hace tantos años, entre colinas verdes de trigo peinado por el viento, solitarios árboles mecidos por el viento y alguna nube despistada que corre hacia ninguna parte.

Oña es como volver a casa, a una casa poco visitada y que a mis ojos se les antoja nueva. Su antiguo psiquiátrico, su torreón, sus calles estrechas, sus montañas que encajonan y que guardan secretos antiguos que no quedaron plasmados en los libros.

Y pasear significa subir y bajar, una y otra vez. Pararnos a observar una pequeña flor, un haya nacido entre las rocas, un madroño, una "planta" que deja de serlo para convertirse en un nombre latino que ya he olvidado. Tumbarnos sobre la hierba. Sentirla en nuestros pies. Saltar intentando esa foto que nunca sale. Reír. Tanto. Y cantar. Y bailar. Bailar como que no hubiera mañana. Hablar de lo humano y lo divino. Esperar a que una mariposa decida seguir su vuelo. Observar una babosa besar a una luciérnaga. Escuchar un carpintero y el rumor del viento. Sentirnos en la cima del mundo. Pincharnos entre la maleza. Buscar tejos milenarios sin éxito. Compartir una bota de vino. Una siesta con la mejor vista. Un silencio sonreído. Y prados de violetas, porque son las flores preferidas de uno de nosotros. Y celdas de eremitas junto a un río, donde los pétalos de un almendro te rozan la cara al caer y se te eriza la piel. La llamada justa en el momento justo. Una cerveza. Una buena cena. Y otro baile de despedida.

Apenas día y medio que hace que me re-enamore de mi tierra. De estos paisajes tan cercanos que me hacen volar tan lejos. Y pensar en toda esa gente que va llenando poco a poco mi vida y mi corazón.
Gracias, chicos, por dos días maravillosos. 



1 de abril de 2015

Y el año se fue...

Hoy hace un año que salí de casa con la mochila al hombro, comenzando un sueño pensado durante muchos años. Iba con las ideas fijas, con una sonrisa de oreja a oreja y dando todo por sentado. Sabía qué quería hacer y dónde iba a acabar. Pero nada ha sido como yo tenía planeado. Nada. Absolutamente.

No ha sido precioso, ha sido mejor. Mejor de lo que nunca hubiera soñado. Un año donde he aprendido a no planificar y a dejarme llevar. Lleno de gente maravillosa, de momentos mágicos, de experiencias únicas. Donde se me ha puesto la piel de gallina por un paisaje, una palabra, una caricia, una flor y he llorado de risa a cada rato. Donde he vuelto a ver el lado bueno de las cosas y he crecido por dentro, aprendiendo tanto.

Me he sentido y me siento afortunada cada mañana cuando me despierta el amanecer, escucho una canción, recibo un saludo, huelo el aire que me rodea o siento el viento que roza mi cara. Soy feliz. Me siento llena y hacía tanto que no lo sentía así que hoy mis líneas son para agradecer.

Agradecer al mundo y a cada uno de vosotros que se ha cruzado y se cruza en mi camino. Todos y cada uno hacéis que mi vida sea rica e intensa. De todos aprendo siempre algo. Gracias. Gracias por vuestro tiempo, vuestra paciencia conmigo, vuestras sonrisas y vuestros abrazos. Por estar ahí siempre o solo un rato. Por entrar y salir de mi vida. Por quedaros.

Mi año no acaba aquí. Acaba de empezar. Así lo siento y así me gustaría hacéroslo sentir. Ojalá que también el vuestro. Deseo que vuestros días sean felices, cada uno de ellos y que empiecen y acaben con una sonrisa y un pensamiento positivo.

Buen día a todos. Nos seguimos sintiendo. En la cercanía o en la lejanía. Siempre. :)