30 de diciembre de 2014

Australia

Gold Coast, Surfers Paradise
Y aquel día 10 de noviembre, tome el avión. Mi corazón no quería dejar Sudamérica y sus gentes. Todavía no había tenido suficiente. Pero tenía un billete comprado para cruzar el Pacífico, así que allí me planté, en el aeropuerto de Santiago, deseando en cierto modo que pasara algo para no marcharme y tener excusa para seguir descubriendo Chile sin prisa, y seguir subiendo hasta, seguramente, volver a Perú, o quién sabe.


Estado del mar y lifeguard

Pero nada pasó, así que casi dos días después, aterricé en Darwin, al norte del continente Australiano, y sin apenas tiempo para descansar, tomé un tren que 24 horas después me dejó en Alice Springs, el centro de la isla. Sólo viajando en tren o por carretera, te puedes hacer una idea de qué es Australia, y porqué los australianos son como son. Cientos y cientos de kilómetros sin nadie a la vista, solo arbustos, tierra rojiza, paja, desierto, marcas de ríos secos que cortan la tierra, canguros, wallabies y toda suerte de bichos de los que no has oído hablar y que pueden matarte. Y tres días después, tras ver la roca sagrada de los aborígenes bajo la lluvia, en un lugar donde nunca llueve, empezar a entender que la barbacoa es algo grande en el país, y conocer a gente que ya forma parte de mi historia personal, volé a la costa. Veinticinco millones de personas repartidos en una superficie donde cabe toda Europa y sobra espacio, equivale a encontrar playas donde puedes caminar 20 kms y estar prácticamente sola en la costa más poblada del país. A que haya barbacoas públicas junto a la playa impolutas. A que cuando salen las maletas en los aeropuertos, nadie se agolpa para recoger la suya. A sonrisas educadas y deseos de buen día en cada supermercado.
Ayers Rock en un día con lluvia

Fitzroy Island
Y acumulé cientos de kilómetros de carreteras rectilíneas, playas solitarias, aguas azul turquesa, bosques tropicales y desiertos con arbustos. Y mis ojos se llenaron de peces de colores, corales con miles de formas, animales que nunca creí que existieran y trenes de carretera.
¿Alguien sabe qué bicho es este?
Tren en campo de caña de azúcar
Y mis oídos se llenaron de conversaciones amables, g'days, impuestos, cambios de vida, dificultades para jubilarse, ofrecimientos para navegar sin prisa a cambio de conversación, historias de vidas relajadas y confusas. Y sentí abrazos de gente querida después de muchos años, aprendí sobre cultura aborígen y me sorprendí con sus vinos.
El norte del país: Kuranda
La costa este (la poblada) al la altura de Gold Coast
 
Australia es un país para vivir en la calle, mirando al mar. Y mirando al mar os dejo, pero ya en otro continente… como todo en este año, en contra de lo previsto. Felices fiestas y que el año nuevo venga cargado de amaneceres, atardeceres, buenas conversaciones, abrazos y sonrisas.
Melbourne desde St Kilda
Los doce apóstoles, Great Ocean Road

2 comentarios:

  1. FELIZ AÑO NUEVO Y LO MEJOR PARA TI Y LOS TUYOS.
    COMO DICE EL DICHO: “La vida no se mide por el número de respiraciones que tenemos, sino por los sitios y momentos que nos quitan la respiración”. Anónimo
    GRACIAS POR TUS CRONICAS DE VIAJE. Nos dan nuevos aires en este desierto. VRO.

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    1. Gracias Victor. Felices fiestas para los tuyos también. Un abrazo :)

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