Hoy os traigo un artículo que se publicó el día 13 de octubre en Mujer de Hoy, que ha compartido María en facebook. Espero que os guste tanto como a mi.
Si queréis ver leer el artículo original, este es el link del The New York Times.
A public bathroom transformed into a gem by the beach
Ojalá fueramos todos un poco como Hazel.
Buen día!
El cuarto de baño mágico, por Edurne Uriarte
EL CUARTO de baño mágico es el aseo público de la
playa norteamericana de Brighton Beach y me lo parece por lo que hace
en él Hazel Chatman, su limpiadora desde hace 16 años. Me enteré de su
existencia este verano y desde entonces se convirtió en la pequeña
historia más positiva y estimulante que he conocido en mucho tiempo. Por
la alegría y el optimismo que una persona consigue insuflar a los demás
a través de un espacio cotidiano aparentemente tan limitado, tan
imposible, en realidad, o eso habríamos pensado todos. Menos Hazel, que
decora con mimo y pasión los baños públicos que cuida. Porque quiere,
porque eso la hace feliz, porque cree que hasta un baño público puede
ser divertido y alegre, porque sí. Y lo decora con su propio dinero, con
pósters, con recortes de revistas, con telas de rastrillos, con flores y
guirnaldas. Y una y otra vez, pues muchas de sus decoraciones son
robadas nada más ser colocadas, pero Chatman no tira la toalla y vuelve a
llevar la alegría y la belleza a sus baños. Y a todos los que pasan por
él. He ahí la magia de esta historia.
ES UN BAÑO público cualquiera, funcional y feo, uno de esos lugares de los que se espera limpieza en el mejor de los casos y de los que se sale deprisa, porque nada invita a mirar o a admirar. Un baño público exactamente igual que todos los que hay en el mundo, como se puede apreciar en las fotografías de The New York Times, que lo contó y enseñó. Hasta que llegó el optimismo de Hazel, su empeño en transformar la fealdad y la frialdad en belleza y calor. Y los visitantes se sorprenden, se paran, lanzan expresiones de asombro y admiración, y devuelven la sonrisa a Hazel.
LA HISTORIA del cuarto de baño mágico me emociona porque demuestra hasta qué punto los lugares, las cosas y las situaciones más grises y menos estimulantes pueden convertirse en instrumentos de transformación, en mensajes de alegría y esperanza. Y demuestra también de qué manera tal cosa depende de la mera voluntad. No de los medios y del dinero, sino de las personas y su espíritu. De nosotros mismos. De que lo queramos, simplemente. Incluso cuando el trabajo es el cuidado de un baño público, una de esas ocupaciones que nadie quiere, ni siquiera la protagonista de esta historia, que trabajó durante años en la limpieza de la playa, algo que le gustaba, y que fue destinada a los baños en contra de sus deseos. Y que, en lugar de desanimarse o deprimirse, actuó para transformar su entorno, su pequeño y desapacible entorno, en un refugio caluroso y acogedor. Para ella misma, en primer lugar –“tengo un estímulo para venir a trabajar”, dice Hazel–, y para todos los demás. Tanto, que el baño público de Brighton Beach se ha convertido en un centro de la vida social de la playa, allí donde se reúnen los socorristas, los niños, los padres, cuando llueve, o al final de la jornada playera. Y todo por la extraordinaria fuerza transformadora de una simple limpiadora de baños.
P. D.: “Es público, pero no parece público”, dice Natasha. “Nunca pude imaginar algo tan encantador”, afirma Anne. “Dicen que los espíritus van al agua, quizá sea esta su manera”, añade Ángel. En realidad, es el espíritu de Hazel y su lema vital, escrito en las paredes del baño: vive, ríe, ama.
ES UN BAÑO público cualquiera, funcional y feo, uno de esos lugares de los que se espera limpieza en el mejor de los casos y de los que se sale deprisa, porque nada invita a mirar o a admirar. Un baño público exactamente igual que todos los que hay en el mundo, como se puede apreciar en las fotografías de The New York Times, que lo contó y enseñó. Hasta que llegó el optimismo de Hazel, su empeño en transformar la fealdad y la frialdad en belleza y calor. Y los visitantes se sorprenden, se paran, lanzan expresiones de asombro y admiración, y devuelven la sonrisa a Hazel.
LA HISTORIA del cuarto de baño mágico me emociona porque demuestra hasta qué punto los lugares, las cosas y las situaciones más grises y menos estimulantes pueden convertirse en instrumentos de transformación, en mensajes de alegría y esperanza. Y demuestra también de qué manera tal cosa depende de la mera voluntad. No de los medios y del dinero, sino de las personas y su espíritu. De nosotros mismos. De que lo queramos, simplemente. Incluso cuando el trabajo es el cuidado de un baño público, una de esas ocupaciones que nadie quiere, ni siquiera la protagonista de esta historia, que trabajó durante años en la limpieza de la playa, algo que le gustaba, y que fue destinada a los baños en contra de sus deseos. Y que, en lugar de desanimarse o deprimirse, actuó para transformar su entorno, su pequeño y desapacible entorno, en un refugio caluroso y acogedor. Para ella misma, en primer lugar –“tengo un estímulo para venir a trabajar”, dice Hazel–, y para todos los demás. Tanto, que el baño público de Brighton Beach se ha convertido en un centro de la vida social de la playa, allí donde se reúnen los socorristas, los niños, los padres, cuando llueve, o al final de la jornada playera. Y todo por la extraordinaria fuerza transformadora de una simple limpiadora de baños.
P. D.: “Es público, pero no parece público”, dice Natasha. “Nunca pude imaginar algo tan encantador”, afirma Anne. “Dicen que los espíritus van al agua, quizá sea esta su manera”, añade Ángel. En realidad, es el espíritu de Hazel y su lema vital, escrito en las paredes del baño: vive, ríe, ama.
Foto de Sara Krulwich/ The New York Times |
Foto de Sara Krulwich / The New York Times |
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